Se le llama así a quien se opone a una tesis, elaborando un contra-argumento a favor de una antítesis. Pero no porque realmente se oponga a la tesis, sino con el propósito de probar su validez y/o identificar sus debilidades --y así poder mejorarla o, en su caso, abandonarla.
El nombre hace alusión al procedimiento seguido en el proceso de canonización que la Iglesia Católica usó hasta 1983 (desde 1587). El candidato a santo encontraba, en este procedimiento, un argumento a favor (a cargo del abogado de Dios) y uno en contra (a cargo del abogado del diablo). La tarea del abogado del diablo era mantener una posición escéptica. La Iglesia lo contrataba específicamente para ese fin. Por ejemplo, trataría de demostrar que un cierto milagro no era tal.
El procedimiento fue una forma de institucionalizar la dialéctica como método de ponderar la evidencia a favor de la tesis.
Nota (con seguridad políticamente incorrecta): Para bien o para mal, y un poco como ocurre en educación, el rigor del procedimiento de canonización se relajó en el papado del Juan Pablo II. Un abogado del diablo de la educación diría: los títulos están devaluados (Demostración: Juan de los Palotes tiene doctorado en ciencias blandas.)